La estación del otoño para muchas personas es sinónimo de sueño y de permanecer en la cama durante mucho más tiempo. Es cierto que no dormimos igual en verano que durante otras estaciones del año como el otoño o el invierno. Dependiendo de cuál sea la época del año en la que nos encontremos, tenderemos a dormir más o menos horas, dentro de unos límites.
La razón se basa en que las estaciones influyen en nuestra fisiología y el sueño
Aunque no hay un consenso acerca del motivo por el que necesitamos dormir más, lo cierto es que el sueño es un proceso fisiológico fundamental. En caso de haber dormido menos de lo necesario, podría tener consecuencias negativas para la salud, el estado de ánimo o el rendimiento laboral.
De los mecanismos fisiológicos que hacen que tengamos más o menos necesidad de dormir a lo largo del día, sabemos cada vez más. En estos casos, la regulación es doble. Por un lado tenemos un reloj de arena y por otro, uno de agujas.
El de arena, es el que corresponde con el proceso homeostático y se encarga de medir cuánto tiempo llevamos despiertos. En el caso de que llevemos mucho más tiempo desde que nos despertemos por la mañana, mayor será la necesidad de dormir.
En el caso de la arena, es una molécula llamada adenosina, que se acumula en el cerebro como consecuencia del metabolismo de las neuronas durante la vigilia. El reloj de agujas es el proceso circadiano y es el que le indica al cerebro qué momento es el más adecuado para dormir, independientemente del tiempo que hayamos pasado despiertos.
Esos relojes están condenados a ser entendidos entre ellos y de este mantenimiento surge la regulación del ciclo sueño-vigilia. En la regulación circadiana del sueño, tiene un papel fundamental el ciclo de la luz y la oscuridad.
Para mantener una buena higiene del sueño, es importante ponernos la luz brillante durante el día y reducir la intensidad a medida que nos acercamos hacia la noche. De hecho, la exposición a la luz durante la temporada nocturna, se relaciona con un desajuste de los ritmos circadianos y del sueño, además de inhibir la secreción de melatonina.
Durante el solsticio de invierno, se produce la noche más larga y en este momento, se acorta para alargar el periodo de luz natural. Durante el de verano, ocurre el día al contrario, el día más largo y se acorta paulatinamente.
El hecho de que se produzcan estas variaciones en el ciclo natural de luz y oscuridad, podrían ser la causa de los cambios estacionales producidos desde nuestra filosofía del sueño y fisiología. Durante la temporada del otoño y el invierno podría surgir el trastorno afectivo estacional. Disminuir el número de horas de luz se considera la causa de ese tipo de depresión muy comúnmente surgida en otoño.
Las personas que padecen este trastorno duermen distinto al resto de las personas. Aparte de las posibles alteraciones del sueño que se vinculan los trastornos psicológicos estacionales, saber cómo se madura fisiológicamente el sueño a lo largo del año y no en el día día es algo que despierta interés desde hace muchos años. Una de las dudas más importantes que se plantean los expertos en el sueño es si en el mundo desarrollado con acceso a luz eléctrica se mantendrían esas posibles variaciones en el sueño relacionadas con las estaciones o los cambios estacionales quedarían enmascarados.
A pesar de que los resultados sean diferentes, parece existir cierta tendencia hacia una mayor duración del sueño en las noches de invierno frente a las de verano y primavera. El mecanismo responsable de esta correlación negativa entre el número de horas de luz natural y la duración del sueño recae en la melatonina, que es la molécula de la oscuridad.
Esta molécula, informa al organismo de la hora del día y sirve como calendario de sueño. Además de estos factores se encuentra también el de los cambios de temperatura que también varían a lo largo del año.
Sin embargo, las sociedades modernas, tenemos la posibilidad de modificar no solo esa temperatura, sino también la intensidad de la luz. Por tanto, deberemos asimilar que existirán temporada de sueño diferentes a lo largo del año por causas ajenas a nuestra actividad del día día.