No poder dormir es uno de los problemas que más afecta a la población. Ni contar ovejas, ni leer, ni tomar una tila consigue que estas personas lleguen a conciliar un sueño de calidad. Todos conocemos cuáles son las repercusiones que tiene en nuestra salud el hecho de no poder dormir, pero ¿cómo afecta a la alimentación? A través de este artículo te lo explicamos.
Hábitos de alimentación alterados
No poder dormir tiene consecuencias negativas para la salud y la modificación de los hábitos alimenticios. Según una nueva investigación realizada en el Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Arizona, ha destacado que la ingesta de refrescos y snacks de cada día, influyen en la calidad de nuestro sueño y en sus hábitos. La falta de sueño, conlleva a una mayor ingesta de comida de este tipo, especialmente por la noche.
Para conseguir una óptima alimentación, lo más importante es combinarla entre calidad y cantidad. Los nutrientes, deberán estar repartidos entre las 3 comidas principales del día: desayuno, comida y cena.
Asimismo, no dormir también aumenta el riesgo de padecer obesidad y además, crea trastornos del sueño. Para muchos, tener hambre durante la madrugada es algo habitual y algunos nutricionistas advierten que hay que realizar 5 comidas al día: 3 principales y 2 entre desayuno y comida y comida y cena.
El líder de a investigación, Michael A. Grandner, ha destacado: “Esta conexión entre el sueño deficiente, los antojos de comida chatarra y los bocadillos nocturnos poco saludables pueden representar una forma importante de que el sueño ayude a regular el metabolismo”.
¿Cuánto dormir dependiendo de la edad?
Es necesario recordar que, según la Fundación Nacional del Sueño, es recomendable dormir una serie de horas de acuerdo a la etapa de vida que se viva. Así, los niños de 5 a 10 años deberán dormir de 10 a 11 horas, los adolescentes de 10 a 17 años entre 8 y 10 horas y los adultos, entre 7 y 9 horas. Todo ello, permitirá disfrutar de una salud de hierro.